lunes, 19 de diciembre de 2011

CUANDO ME CONVERTÍ OFICIALMENTE EN UN CIBORG

La historia nos transporta directamente a la primavera de 1999. En ese momento cuento con 10 años, 10 años invertidos en ver mucha tele, comer poca verdura y discutir con mi hermana constantemente. De esa última afición, derivó la tragedia. Una mañana antes de ir a clase, nos pusimos a dar vueltas a un coche que había aparcado cerca de mi casa. Yo la perseguía a ella y ella me perseguía a mi. Todo bien hasta que el espacio-tiempo y las leyes de la gravedad resolvieron que debía, en ese preciso instante, caerme de boca sobre una acera cercana y partirme una de las dos paletas. Un corte recto y fino, de un golpe, sin dolor, salvo por el labio cuya sangre salía como una fuente del infierno. No lloré. No en ese momento. Lloré al ver la mitad de mi diente en el suelo, y después de verme reflejado en la luna del coche que volteábamos. 

Mi madre me llevó al dentista ese mismo día y nos dieron cita para la operación. Segundo disgusto de la temporada, la cita coincidía con una excursión a 'norecuerdodónde' pero lo que sí recuerdo con claridad son las palabras que dijo mi profesora al anunciarnos la excursión: 
- Iremos en un autobús de dos pisos.
Posiblemente ahora, un autobús de dos pisos no cause en mi la misma sensación que por entonces, pero en ese momento nunca había montado en uno, y me dolió, me dolió más que el diente, el labio y mis posteriores años de preadolescencia. 

Ese día empezó mi metamorfosis hacia ente biomecánico. Ese día empezó mi transformación en ciborg.

Debo reconocer que aquellas semanas fui admirado en el colegio, todos querían ver mi medio diente y algunos me rogaban que les dejara tocarlo. Si hubiera sido listo hubiera aprovechado mi desdicha para proclamar ciertas mejoras dentro del ámbito estudiantil, nuevas reformas que me dotaran de privilegios en el campo de guerra que era el patio del colegio. No lo hice.
Me introdujeron tornillos en la mitad de diente que conservaba y a partir de ellos me reconstruyeron el diente de forma que apenas se notaba que ya no era 100% humano. Pasaron los años, y todo fue de la mejor manera que podía irle a un chico cuyo ADN se había fusionado con material mecánico, cuyas ilusiones y aspiraciones se habían mezclado con el frío sabor del acero. Aún recuerdo las palabras de mi dentista el día que salí de la operación:

- Nos veremos cuando cumplas 18 años. -dijo con voz premonitoria.

Cuando cumplí los 18 años, no me presenté. Imagino que maquinó algún plan para vengarse, alguna estratagema de dentista para hacer que pronto fuera a verlo. Su venganza se sirvió muy fría, demasiado fría y con mucha anestesia. Antes de irme a Besançon, es decir, con 21 años, me digné a finalizar la tarea biónica que había empezado. Me hicieron mil pruebas para ponerme, definitivamente, una funda y así olvidarme para siempre de dicho trauma. Pero, como todos sabéis, las artes oscuras de los dentistas siempre tienen resultados, con lo que me diagnosticaron un quiste en el paladar que retrasó considerablemente la operación. 

Hoy, fui de nuevo al dentista para que me pusieran mi diente provisional definitivo hasta que, por fin, en Febrero, termine mi transmutación.

Para entonces, no os aseguro que siga teniendo sentimientos, broten lágrimas de mis ojos, o diferencie el bien del mal.

Agur!

3 comentarios:

Kurai dijo...

Joder, me voy a cortar un diente. Yo también quiero ser ciborg =D

JoseCharlie dijo...

Puto sparring... No sólo tengo dientes biomecánicos como tú, además tengo aún los restos de un implante mejorador de incisión o "braces" en inglés y utilizo ampliadores de visión que algún día sustituiré por una operación con laser para terminar mi meta-reconstrucción.
Por no decir que carezco de bazo, lo que hace que mi corazón sea frío y calculador como el de una máquina

Arald dijo...

Kurai; no te recomiendo que lo hagas ;)

JoseCharlie; ya sabía yo que no eras humano xD siempre me he preguntado qué será el bazo xD